Rubens: Triunfo de la Iglesia, h. 1625. Museo del Prado. |
La Iglesia es llevada en un carro triunfal. Ella a su vez es
portadora de la Eucaristía (que relumbra como una luz desde el interior de la
custodia). La Iglesia lleva ornamentos sacerdotales de procesión (capa pluvial,
dalmática, estola) y pontificales (la tiara que sostiene un ángel sobre su
cabeza) como es habitual en sus representaciones desde la edad media. Como es
de uso en la liturgia desde los primeros siglos ella toma la custodia
cubriéndose las manos con un paño para simbolizar la pureza con que debe ser
tratado el Misterio de la fe.
El carro triunfal es una cuadriga (inspirada en modelos
clásicos griegos) cuyas riendas y aguijón lleva el Amor en su doble representación:
la de Eros como niño alado y la del Espíritu Santo como una paloma nimbada de
luz.
Uno de los caballos va montado por una representación alegórica
de la potestad Pontificia; un ángel adolescente portador del conopeo y las
llaves cruzadas.
Guían a los caballos cuatro doncellas (una se adelanta
llevando el lábaro de la legión romana) que podemos identificar con las cuatro
virtudes cardinales gracias a que una de ellas tiene los atributos de la
Fortaleza (la piel del león de Nemea en la cabeza, en recuerdo de Hércules, y
el bastón o mazo en la mano). Las otras serían pues: la Justicia, la Templanza
y la Prudencia (probablemente esta última es la que se adelanta, ya que
antiguamente se la llamaba “auriga vitutum”, es decir, conductora de las demás
virtudes, pues les indica el modo específico de obrar en cada circunstancia determinada). En una obra de Bartolomé Santos (Valladolid, 1660), inspirada en ésta, se ve a la doncella del primer plano con la espada de la Justicia.
Por encima del carro avanzan la Victoria, con alas que
representan la velocidad de la fama, y la palma y la corona que representan el
premio (que antiguamente se otorgaba en los juegos olímpicos y que más tarde se
convierten en símbolo del triunfo militar romano, y de los mártires
cristianos). Junto a ella dos ángeles
trompeteros van anunciando el paso de la Iglesia. Son una prolongación
habitual de la alegoría de la Victoria en su faceta de la “Fama” o difusión de
la buena noticia. Por eso, también podemos interpretarlos como los misioneros
que anuncian el Evangelio.
Por debajo del carro son aplastados los enemigos de la
Iglesia: La Discordia representada como
una Furia de cabellos de serpiente y una tea encendida, y el Odio como un ser
brutal del que sale fuego de la boca. Hay un personaje más en la zona oscura
que quizá represente al Demonio.
Por detrás del carro son llevados prisioneros (prisioneros derrotados
pero no destruidos, sino guiados) la Ignorancia, como un anciano Midas con
orejas de burro, y el Paganismo o la Ceguera, como un hombre con los ojos
vendados. Éstos son guiados por la Doctrina que lleva una lámpara de aceite que
representa la Verdad.
En el centro, abajo,
otra alegoría formada por cinco elementos: el uroboros (la serpiente que se
muerde la cola) significa la eternidad; la pala de timón, el gobierno; la
palma, la victoria; las hojas de roble, la inmortalidad; el globo terráqueo, el
mundo todo. El significado complejo habría que articularlo más o menos así: la
Iglesia inmortal está destinada conquistar y gobernar a todo el mundo por los
siglos de los siglos.
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