Antonio de Pereda: Vanitas,
Kunsthistorisches Museum, Viena, 1634
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"La
distribución del lienzo la forman dos mesas; la de la derecha, cubierta de
terciopelo y en un plano más alto, en la que se muestran las vanidades
mundanas; y la de la izquierda, de madera y más sobria, en la que se muestran
los despojos del mundo y el triunfo de la muerte sobre éstos.
Un ángel-genio
domina la composición. Mira directamente al espectador mientras sostiene un
camafeo que representa a Carlos V y señala un globo terráqueo colocado en la
mesa de la derecha. Así, pone de manifiesto la vanidad de las cosas mundanas,
dispuestas en esta mesa, e invita al espectador a desengañarse de este mundo.
Un suntuoso reloj preside esta mesa, haciendo clara referencia al devenir
imparable del tiempo, en el que se apoyan diferentes elementos. La alusión a la
casa de los Austrias se refiere a que el poder es pasajero y efímero. El ángel-genio
señala los territorios que dominó el emperador antaño, y la transitoriedad del
poder se subraya con la medalla del emperador Augusto en clara referencia a la
desaparecida gloria del imperio romano. También evidencian el poder del paso
del tiempo los retratos de las damas vestidas a la moda de la época de Felipe
II y Felipe III.
Asimismo,
sobre la mesa se disponen diversas joyas, monedas y naipes que aluden al carácter
efímero e inutilidad de las posesiones materiales. Las monedas y joyas suelen
ser símbolo de riqueza y de la ambición humana por atesorarlas, con lo que se
relacionan con los pecados y por ende con la posibilidad de condenación eterna.
Los naipes son una alusión todavía más directa al vicio, por lo que toman un
carácter condenatorio.
Más
elocuente es el contenido de la mesa de la izquierda. Los objetos allí
dispuestos están presididos
por una vela apagada, símbolo de la muerte. Hay piezas de armaduras, un pistolete
y libros, y entre todos estos elementos están dispuestas varias calaveras y un
reloj de arena, en clara alusión al triunfo de la muerte sobre el saber y las
proezas de las armas.
El reloj de
arena tiene la parte superior vacía indicando el tiempo destructor, y por la disposición
del conjunto es clara la vinculación tiempo-muerte. Junto a una calavera
situada al borde de la mesa, y que además parece mirar al espectador, aparece
la frase nihil omne (todo es nada),
idea contundente a la que responde toda la obra. El ángel-genio está mostrando
la vanidad de las cosas mundanas y como la muerte, que llega inexorable, acaba
con todo ello; así que todo lo de este mundo no es nada, todo es un engaño. El
ángel-genio advierte al espectador del engaño del mundo y por tanto le exhorta a
que haga un ejercicio de reflexión –tanto el ángel como la calavera miran al
público- para desengañarse.
El único
elemento común en ambas mesas son los naipes, que parecen caídos de una a la otra,
de la mesa en la que se hallan los símbolos de la vanidad de la vida mundana a
la mesa con los elementos referentes a la muerte. Julián Gállego considera que
este hecho refuerza la lectura de la obra expresando el paso permanente de la
vida a la tumba. Por su lado, Pérez Sánchez advierte que en la primera mesa las
cartas que aparecen son sólo espadas y en la segunda son bastos. No define su
sentido pero observa que la explicación puede estar en el lenguaje emblemático
de los palos de la baraja española".
(Extracto del trabajo de Ana Iglesias Benedicto "La idea del desengaño y la pintura de vanitas de Antonio de Pereda" s.d.)
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